martes, 8 de enero de 2019

Amiga

La primera vez que Pink Lady escuchó la palabra “amiga” fue de los labios de Rocío, le dijo que eran amigas incluso desde antes de comenzar a hablar. Aunque no lo entendió del todo, no pudo sino estar de acuerdo con ella, porque ella lo sabía todo, más aún cuando el conocimiento estaba ligado a las palabras y del mundo humano, por supuesto. 

Pink Lady no tenía cómo saber cuánto abarcaba el término “amiga”. 

¿Era de amigas, por ejemplo, pensar solo en Rocío? ¿En verla? ¿En besarla?

Llegó a la conclusión de que ese no era el caso. Lo supo lejos de ella, cuando otra sirena de agua dulce dio el aviso de que una de ellas había revelado su identidad a un humano, poniéndolas en peligro a todas. Cuando llegaron las zodiaco en persona a llevársela a la rastra al mar para alejarla de Rocío, cuando la mantuvieron día y noche vigilada para evitar que huyera para encontrarse con ella. Ahí supo que todo lo que sentía desbordaba cualquier concepto humano, cualquier palabra de tinta se borraba allí en el mar, en la tormenta de sus sentimientos. 

Tenía que decírselo, cuando pudiera arrancar del mar para volver a los brazos de Rocío, le diría que ella sentía que eran más que unas amigas, incluso si lo eran desde antes de conocerse. También le pediría perdón por desaparecer tanto tiempo, le explicaría su situación  y le pediría que no sintiera rencor hacia las zodiaco, que ellas no tenían la culpa de no conocerla a ella, de cargar en sus hombros la responsabilidad de una especie entera, de lidiar todos los días con el odio hacia los humanos por todas las cosas que ocurrían allí, en el mar. 

Era fácil imaginarla arrugando la nariz y poniendo los ojos en blanco, diciendo que ella podía pensar mal de quien quisiera, para después tirarse al pasto con un suspiro que significaba la derrota, que significaba:

“Sí, tienes la razón, como siempre ¿Estás contenta?”

Y Pink Lady sería la más contenta, la más alegre, la más feliz de estar nuevamente con Rocío. Le pediría más besos y comería todo lo que ella le trajera, incluso esos peces recocidos que no tenían sabor a nada, tras pasar temporadas enteras en los grandes refrigeradores de los humanos. Todo por ella, le diría, nunca más se separarían, le aseguraría. Aunque todavía no estaba muy segura de cómo podría llevar a cabo esa promesa, la intensión estaba. 

Tener esos pensamientos e imaginar esos maravillosos escenarios era la única forma de poder pasar las horas sin Rocío, allí, en el mar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios