viernes, 5 de octubre de 2018

Profundidades marinas

Abajo, en lo profundo del mar, donde las aguas tienen otros nombres, presiones y temperaturas: hay unas sirenas a las que hay prohibición de acercarse. Dicen que son caníbales, que te atraen a sus brazos con ayuda de sus ojos brillantes y otros artefactos que no se ven en las aguas medias y mucho menos, en las dulces. 
El poder seductor de las sirenas no era nada al lado de esas artimañas letales que llevaban a cabo las habitantes de las profundidades, acróbatas de la pasión, solo se sabía que nadie volvía de los acantilados marinos. 
La situación se salió de control cuando perdieron a un grupo completo de artesanas de coral naranjo. Cáncer, del consejo zodiacal, convenció a las demás de aventurarse en los acantilados. Saturno le había dicho en sueños, que la despertaron llorando, que era tiempo de poner fin a las dudas que atormentaban sus aguas. 
Fue grande la sorpresa de Cáncer y las guerreras que la escoltaron cuando, tras un agotador viaje al centro de la tierra, al llegar a los territorios olvidados por la Luna, las recibieron con vítores y canciones que solo podían significar una cálida bienvenida. 
En la oscuridad, las sirenas de las profundidades habían desarrollado sofisticada tecnología basándose en sus propios cuerpos luminosos para poder sobrevivir; y, para protegerse del frío, habían tejido nidos verticales con gruesas telas que habían pertenecido, tal vez, en algún momento a los humanos. Esas criaturas que parecían eternos recién nacidos, lejos del mar. 
Les dieron un recorrido por el lugar: les mostraron cada recoveco de su civilización criada en la noche y les explicaron que habían atraído a todas esas sirenas con sus luces porque necesitaban que sus autoridades bajaran a negociar con las suyas. Deseaban compartir todo el conocimiento acumulado con los años, pero ellas no podían dejar las profundidades, porque sus cuerpos eran translúcidos y delicados. 
Cuando fue tiempo de que Cáncer volviera con las suyas y los planos que habían les compartido sus nuevas hermanas, aquellas que habían bajado por el acantilado siguiendo las luces no quisieron volver.
Nada es lo que parece, acá, en el mar.