viernes, 23 de noviembre de 2018

Albino

Cuando el brazo de Cochayuyo sanó, el concejo zodiacal, que era muy sabio, se apresuró a buscarle otra ocupación. Notaron que ya no era su afición a los objetos humanos lo que confundía su paso en el mar, sino la pérdida de un ser amado. El concejo se había dado cuenta de que el escape de Pink Lady no había sido tan forzoso como lo hicieron parecer, pero no tuvieron el corazón para reprender a Cochayuyo, que pasó dos ciclos lunares enteros llorando tinta amarga. 
Colo-Colo era una sirena albina, una extraña condición en la que cada superficie de sus cuerpos es blanca. Esto resultaba un problema, porque las convertía en blancos fáciles para diferentes depredadores: desde los tiburones hasta los humanos. Colo-Colo, sin embargo, entrenó desde pequeña para escapar de su destino de protegida. Actualmente, era una de las guerreras más afamadas, superadas por un par de sirenas unicornio nada más. 
Cuando las presentaron y le dijeron que Cochayuyo la resguardaría desde ese instante, ella no se quejó. Conocía desde antes a la sirena pulpo y entendía también las intenciones de las zodiaco que, en el fondo, deseaban que fuera Colo-Colo quien cuidara de Cochayuyo. 
Cochayuyo, a quien la pena no le había quitado ni un poco de la inteligencia que la caracterizaba, se sintió ofendida con esta decisión y procedió a hacer de su cuidado una tarea imposible. Aun así, Colo-Colo superaba todos sus berrinches de princesa herida con una sonrisa. A veces, incluso, tenía la osadía de sacarle una carcajada o dos. 
Le daba rabia que Colo-Colo fuera tan simpática y que, hasta después de despedirse, su mente no dejara de pensar en ella. 
Su relación era como una batalla. Cuando Cochayuyo admitió estar enamorada de ella, fue como si hubiese perdido la guerra. Colo-Colo, en cambio, que había observado en silencio a la sirena pulpo desde que eran estudiantes en la academia, la ganó.
Así es el amor, a veces, en el mar.

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