jueves, 8 de noviembre de 2018

Sirena

Hay una sirena llamada Sirena, bajo el mar. 
Fue víctima de burlas cuando pequeña, le decían constantemente que su madrina no había tenido suficiente imaginación, o que sufría un severo ataque de desmotivación con respecto a su crianza. 
Sirena lloraba su mala suerte. Se veía en los espejos, bienes comunes que solían compartirse por su rareza, y al otro lado veía la sirena más corriente de todas. Sin talentos especiales ni rasgos que destacaran, sin un lunar sobre el que se posara un rato la Luna ni un color especial que coloreara su cola, que hasta llegaba a confundirse con el mar.  
En una sociedad matriarcal como la de las sirenas, no hay nada más mal visto que faltarle el respeto a quien te cría, pero Sirena estaba teniendo serios problemas para relacionarse con ella y cada burla hacia su nombre agregaba distancia entre ellas. 
Su benefactora se daba cuenta de esto, pero se dedicó a observar a su aprendiz. 
Sirena explotó un día, en plena caza, cuando la presa se le escapó y su madrina comenzó a explicarle qué debía mejorar para la próxima ocasión. La empujó, que es como una condena de muerte para toda sirena; observó en silencio el venir de las consecuencias de sus acciones, con el pecho subiendo y bajando con una descarga de adrenalina.
Pero su segunda madre, aquella que la había recibido de los brazos de la Luna, no la reportó como correspondía al caso; tampoco cortó su cabeza ni la desterró. Le sonrió y le explicó, que su nombre era el más hermoso de todos, porque en él estaba contenido la especie entera. Le dijo cómo, de todo corazón, deseaba que siempre ayudara a las demás y que trabajara en conjunto a sus semejantes para superar todos los obstáculos. 
Después de ese día, Sirena ya no sentía vergüenza de su nombre, le comentó el significado con orgullo a sus compañeras y ellas se conmovieron. Se disculparon por su comportamiento.
Así de importante es la sororidad, en el mar.